miércoles, 8 de junio de 2011

there can only be two



Una paradoja atraviesa el deporte como lo hace con la literatura, el cine o la pintura: uno puede obtener la inmortalidad… y también prestar el alma para que, una vez desaparecido, otros se reencarnen en ti. El adn de la rivalidad deportiva tiene nombres, nacionalidades, camisetas, escenarios que, en virtud de la brevedad de las carreras, viven dos, tres, cuatro vidas simultáneas –una en quienes sostuvieran cada una de las eras previas, otra en quienes protagonizan la actual. El tiempo embellece el pasado sin que podamos evitarlo. Y lo que el deporte fomenta –que para favorecer a uno hayas de ir contra el resto- tiene en la propia memoria del deporte el antídoto: uno pasó noches viendo a los Lakers jugar contra Boston, o viceversa. Y dos décadas después de aquel prodigio, ambos son la misma cosa, el mismo afecto. La razón por la que uno adora este deporte se ha fundido en sus caras como el anuncio ilustra. El producto que uno amaba ha acabado, así, por ser, no el equipo, sino el deporte. Hablando de rivalidades, el anuncio habla en realidad de proximidad, de cosas en común. Lo que importaba entonces, importa ahora –dicen ambos, al unísono. Valiosa, emocionantemente, ninguno de ellos habla de la camiseta que viste.

3 comentarios:

  1. Como dije ayer en otro sitio (tuyo, sí), hay ciertas cosas buenas que no se entienden sin las contrapartidas. No tienen sentido. Probablemente, Magic, no tendría sentido sin Larry Bird. Y viceversa. En motos pasó con Kevin Schwantz y Wayne Rayney. Se odiaban a muerte. Pero cuando Rayney tuvo el accidente que le dejó en silla de ruedas, Schwantz aguantó ese año nada más corriendo. Dijo que las carreras sin él, no tenían sentido, que corría para ganarle. Y lo dejó. Hay gente que nació para ser un héroe, sin necesidad de reivindicarlo. The same case...

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