jueves, 14 de octubre de 2021

Tinta negra contra el lado oscuro


El traslado de conceptos de un lado a otro del planeta no siempre halla las mismas sociedades a ambos lados del trasvase. El eslogan magnífico que The Washington Post acuñó en 2017 -Democracy die in darkness- resucitó en 2021 en la campaña que El País lanzó bajo el concepto “Si somos más, la oscuridad es menos”. La primera, popularizada por su periodista Bob Woodward en 2007 aunque atribuible a un juez coetáneo, fue el primer eslogan adoptado por el periódico en su siglo y medio largo de historia.

Su expresión publicitaria esperó a 2019, cuando un anuncio -no especialmente logrado- presentó una sucesión de imágenes, la mayoría fotográficas, sobre las que una música grave y la voz reconocible de Tom Hanks trenzaban un discurso sobre la necesidad de testigos en medio de la tragedia (incluidos los propios periodistas del Post secuestrados o asesinados) y que terminaba diciendo que “El conocimiento nos empodera. Nos ayuda a decidir. Nos mantiene libres”. Cuando el anuncio fue emitido en febrero de ese año aún faltaban casi dos años para que todo eso demostrara su eficacia a la hora de echar de la Casa Blanca a un notorio miserable, peligroso para el mundo en cada una de sus decisiones e impulsos egomaniacos. 

La de El País, expuesta a la luz en un momento en que la noción española de conocimiento mantenía en el Congreso a 52 diputados de un partido de ultraderecha en el Congreso, fue expresada en un spot en el que un hombre va apagando, una tras otra, las velas que encuentra a su paso y que iluminan un espacio en penumbra que podría ser una biblioteca. En paralelo, alguien (cuyo rostro tampoco distinguimos) va encendiendo de nuevo esas mismas velas. Los esfuerzos de uno y otro se solapan hasta que muchas personas aparecen, portando una vela encendida respectivamente. 

Después aparecen documentos y titulares que corresponden a investigaciones pasadas o en curso mientras una canción aflamencada va sugiriendo durante todo el spot “Dicen que las mentiras son como espinas, te van enredando. Dicen que lo que digas te va atrapando. Y sigues buscando maneras de huir. Y sigues tramando maneras de mentir. Y sigues buscando maneras de salir. Porque la verdad te buscará, te perseguirá, lo conseguirás”

El viaje de lo explícito (Post) a lo simbólico (El País) también desplaza la definición de oscuridad. Y en el caso estadounidense, también la de democracia, allí sustentada en un racismo sistémico que se corroe a sí mismo al no poder defender ya en voz alta que los derechos de los hombres blancos son, y deben seguir siendo, superiores a los que posean quienes hace un siglo eran seres inferiores, y hoy son pronunciados, a ojos de muchos, como grupos étnicos llegados de fuera, que amenazan la forma de vida americana.

La democracia es en muchos de sus estados una idea amenazada por la penumbra que supone cualquier noción en manos del partido republicano, y por lo tanto de la mitad de la población que sistemáticamente apoya visiones irracionales, cuando no dementes, de la realidad social, armamentística, racial, sexual, climática o histórica. Por oscuridad entienden en Texas, Lousiana, Alabama, Georgia o Florida visiones infantiles de amenaza comunista, de restricción de libertades y de la lucha por derechos civiles que modifiquen la visión mítica de su nación y de quienes la fundaran. 

El spot de El País, que habla de democracia sin mentarla, sugiere que detrás de alguien que quiere la verdad hay otro que necesita la mentira, lo cual es cierto aunque desde ese lado oscuro jamás se reconozca en ese nombre. El símbolo -alguien que apaga la luz que podría guiarnos- sugiere además que la oscuridad tiene responsables, tanto en las urnas como en los periódicos. Y acaso que leer el periódico adecuado no es ya tanto un acto formativo y de civismo participativo, como de resistencia. 

Si la concisión grave del spot norteamericano cuenta una verdad más profunda y urgente es porque su valor consiste en unir tres nociones dotadas de significado tan poderoso como delicado. De esos tres términos -democracia, muerte y oscuridad- los dos últimos son un tabú publicitario que no se vuelve más liviano unido a “democracia”. Trump no supone la muerte de la democracia pero si su oscuridad, pero como sabe cualquiera que entra en un espacio sin poder ver el suelo que pisa, la muerte es entonces una posibilidad más cercana. 

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